Châteauneuf-du-Pape y su patrimonio

La silueta del castillo se levanta con orgullo sobre la cima del pueblo de Châteauneuf-du-Pape. Los visitantes pueden encontrar fácilmente sus emblemáticas ruinas.

Para llegar a la explanada desde la fuente del centro, no tiene pérdida, ¡basta con subir! Al final, no lo pudimos resistir y dimos mil y una vueltas por las callejuelas…
La antigua residencia de verano de los soberanos pontífices, edificado en el siglo XIV por Jean XXII, está en un sitio excepcional. Desde el lugar de la mesa de orientación, se ve todo el valle del Ródano, ¡suficiente para hacer girar la cabeza! Ahí se tambalea en los días que sopla el Mistral…
Desde allí, Aviñón y su palacio están a poca distancia. A los pies de este castillo que está abierto a los vientos, tenemos la impresión de contemplar una parte de la historia y de la grandeza del pasado que le han dado su reputación a Châteauneuf-du-Pape y a sus vinos.

Al filo del agua

Las parcelas de viñas, delimitadas por setos de hoja caduca o matorrales densos y salvajes, llegan hasta las proximidades del Ródano. Este emblemático río ha impregnado las tierras con su lodo y sus aguas. La fértil llanura del Ródano está parcelada por canales, ríos, lagos, estanques y bifurcaciones. Con el paso del tiempo y sus cambios, se ha frenado el curso impetuoso del río modificando su navegación, sus actividades y el medio ambiente.
Para llegar al dique, pasamos por el contracanal que llega hasta el Bras des Arméniers. Seguimos nuestro camino hacia el sur cogiendo el antiguo camino de sirga que discurre junto a este desvío. Atravesamos por la silenciosa y secreta naturaleza con aguas en calma, bosques frondosos, cipreses y garrigas. No habríamos podido imaginarlo. Sabemos que más allá del remanso del Ródano se separa de l’île de l’Oiselay y rodea el Islon Saint-Luc.

Cuando nos aproximamos al pueblo, apreciamos la fachada oeste del castillo de los Papas que surge de entre el viñedo. Guardamos en la memoria la imagen de la tierra trabajada, de la luz de enero, de las viñas desnudas y del plumeti blanco de los falsos jaramagos que florecen a sus pies hasta mitad del invierno.
El tranquilo paseo por un país vitícola de renombre está destinado a despertar la curiosidad y los deseos de los amantes del vino como nosotros. Afortunadamente, en Châteauneuf-du-Pape, ¡no es difícil encontrar un lugar para detenerse y profundizar en el tema!
Nos quedamos embelesados no solo con el complejo ensamblaje de los vinos, sino también por la forma emblemática del envase. Por todo ello, nos llevamos algunas preciadas botellas.